Sunday, January 15, 2006

TOMOKO

Tomoko tiene un coche azul antiguo y unas cortinas de baño que huelen a orín (a orín de orina no de herrumbre, que queda claro) Tomoko ama a los koalas que usan el eucalipto como narcótico. Tomoko no levanta la vista por si todo le da vueltas. Se le entiende aunque dice cosas raras. Arrastra las piernas y lleva sobre la cabeza una doble capucha y un pañuelo. Parece acabado, pero resucita al rato, después de dormir y de no-vomitar más que algo de color difuso. Tomoko habla lento, no se atropellan las palabras, no se come las letras. No piensa con claridad, le cuesta trazar recorridos. No sabe si lo que ocurrió fue soñado o lo que soñó fue ocurrido. Tomoko se duerme sobre sus manos en un banco de la plaza, y oye conversaciones que le hacen mantener la mente un poco clara. No quiere agua en la boca, no entra nada más. Tomoko llama tímidamente a Braulio, entre sinsabores y ácidos que derriten abrigos y zapatillas.
Tomoko tiene pocos recuerdos, los suyos son digitales. Son su pequeño álbum familiar, las piezas que no encajan en la almohada, tras tomar el brebaje y dejar de ser Jekyll.
Pero lo más importante es que Tomoko se rodea de gente que por desventura, para muchos serán desconocidos, pues son su bastón (es imbécil, ¿verdad Torres?). Tomoko, cuando deja de ser Mr Hyde, agradece todo lo que debe ser agradecido, porque es de bien nacidos (y más en el primer día de nacimiento o de bautismo con "agua bendita", o algo así). Tomoko quiere a su gente aunque no lo diga y lo que es mejor, se siente querido.

1 comment:

P said...

Tomoko te queremos! siempre tendrás ese recuerdo digital, si tú lo quieres... y si no lo quieres, también,siempre que se puede, jajaja, porque tú haces que las noches sean menos aburridas, menos monónotonas cuando queremos hacernos collares con tus cortinas. Los bancos también están para eso... creéme.