Tuesday, January 24, 2006

EN ESTE LADO DEL EDÉN SOY SÓLO UNA COSTILLA



Vuelve la cabeza de nuevo y contempla el frío. Cómo duelen las orejas y las manos. Las sientes como si no fueran tuyas, pero se te clavan más que nunca. Y ya no hay más promesas ni propósitos de año nuevo que valgan, porque a pesar de ser enero, el año vuelve a envejecer.
A veces te toca el sol, y sientes volver a vivir. Pero sólo es un espejismo de un viejo en un banco de un parque, no es calor de verdad, es sólo un astro gélido, una luna vestida de amarillo que sale de día.
Pero estás en la calle y tienes todo por hacer. Estás vivo y este préstamo de tiempo no puede más que agradecerse. Sin embargo, dentro de unos años se devolverá el cuerpo, para prestárselo a otro. Y así, nuestras carnes y demás van de mano en mano, como moneda usada, como billetes arrugados que a veces las máquinas no aceptan por sobados y manidos (incluso otras, por falta de cambio)
Ardes en deseos de llegar a tu destino, que no es otro que su casa, y no andas sino que vuelas, te deslizas sobre el piso y no haces más que resbalar sin embargo. Más resbalas, más te alejas. Tobogán. Y otro. Otro más. Al suelo. De bruces como siempre.
Ahora te quitas la tierra del cuerpo. Las manos ya no sólo no están frías, sino que sangran. Al menos un problema solucionado. Pero te taladra el estómago el saber que por mucho que andes no llegarás. Y no sabes que hacer más que andar hacia atrás, rebobinar con tus piernas...o, en romance paladino, recordar sin más ni más.
Y ahora es cuando tiras tu mochila al suelo en ese mismo parque. Te quitas el abrigo, la sudadera, las dos camisetas. Te sacas los zapatos, primero uno, luego otro. Fuera calcetines. Desabrochas el cinturón como preludio de desabrochar los pantalones. Y despides al underwear mientras roza tus muslos. Sientes tu desnudez en toda su amplitud en pleno centro de la ciudad. A pesar de los pesares, del frío, la vergüenza y el viento. La gente te ve y no dice nada. Ni siquiera sospecha que vas desnudo. A este lado de Edén eres sólo una costilla de un cuerpo de mujer que decidió volar, decidió querer. Pero sigues desnudo, sin poder explicar porqué. Nudista o exhibicionista, pero solo. Un cuerpo prestado más que busca, como le dijo un profeta de raspada voz en Tirso de Molina, un alma que acariciar.
Sin quererlo, tu alma se convierte en granos de arena y poco a poco desaparece en el aire...
Sólo quedan tus ropas amontonadas y tu mochila, como diciendo: fue una vez una persona...
Mientras tanto, tu cuerpo busca un árbol, no es una parra ni un manzano, quizá un árbol de plátano. Y, causalidades, una serpiente. Se enrolla en el cuello de una parte y de la otra en una rama. Asciende. Los pies te cuelgan. Pega el tirón...
Inerte, tu cuerpo ya puede ser prestado.

No comments: