Sunday, January 15, 2006

EN LOS MOMENTOS DE ESPERA...


Levantar la cabeza hacia aquel abismo azul, donde los pájaros volaban en triángulo, era su entretenimiento. El tiempo le perdía a él, y las horas se amontonaban como granos de arena en aquellos relojes.
Sin duda, lo mejor de todo era acabar los días con la sensación de que uno se levantará al día siguiente, pero eso era algo que ya no le ocurría y sentía nostalgia.
Y aquel dolor de espalda no era comparable con su dolor del aire. Le dolía saber que no estaba allí. Por eso el tiempo le dominaba, le robaba los instantes y se limitaba a vivir como las vacas, viendo los trenes pasar, desde su sembrado, comiendo, cagando y cogiendo (las tres "ces" básicas).
Recordaba las tardes de domingo en que no tenían nada que hacer, y estaban leyendo en la salita. De pronto, se levantaba y le rodeaba por detrás con sus brazos, pegando su cara contra el pelo de él, y respirando aquellos olores que hay en las casas cuando no hay nada que hacer más que compartir momentos (como si eso fuera poco, como si se pudiera decir "nada más que hacer"). Tan lejos está esta ciudad de otras como las personas entre sí, y tan lejana se pretende la memoria por olvidarla, que siempre vuelve a pinchar en el costado y después se aloja allí, tapando huecos, sin dejar que entre ni salga nada ni nadie.
Y en esos momentos tan largos y tan cortos en que no está, se transporta a sus clavículas y las recorre en pensamientos. ¡Cómo le gustaban aquellos huesos salientes, casi tanto como las crestas de su cadera! Ver su cuello desprotegido, como ese brazo desnudo que se acaricia sin cansarse de una y mil formas, como diciendo "te quiero" en un lenguaje nuevo y con sólo dos hablantes en su haber. Y que no va a dejar de ser una lengua muerta aunque ahora no esté porque sabe que no es más que un hasta dentro de un rato. De hecho, para entretener la espera, está haciendo un diccionario, cómo no, con tapas naranjas y rojas.

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