Monday, April 24, 2006

AMOR DESPLATONIZADO


Clandestino y febril. Así era su amor. Algunos dirían que platónico, pero ella me lo contó una vez: "fue aquella noche en la cama cuando desplatonicé aquel amor. Estaba durmiendo y quería despertarme. " Yo pensé que no hay nada como soñar algo para que no suceda.
Esta idea me volvía a asaltar la mente. Tanto, que llegué a pensar una estupidez: "los feos también se quieren". Cuando se nos habla del amor, nos muestran todo muy bonito, quizá demasiado, digno de escaparate de boutique milanesa. Incluso, el amor que uno siente hace ver todo más bello de lo que es. Y nunca caemos en la cuenta de que hay feos enamorados, aunque otra cosa es lo que ellos vean. "El amor no es ciego, sólo tiene cataratas", dice en un váter de un tugurio que solía frecuentar. Váter que pudo ser lugar de citas y encuentro de esplendores no tan adolescentes.
Así les debió pasar a ellos, que veían todo codificado. La cama, ese gran teatro contemporáneo, ese escenario al desnudo, fue culpable (o quizá fue gracias a ella) la que hizo caer el telón. Fin del acto o acto del fin.
Ahora ese escenario permanece vacío. Aún quedan las últimas flores que lanzaron, pero están pudriéndose. Aún queda la manzana que en otro tiempo perteneció a Paris y hoy está llena de gusanos. Aún quedan sus formas humanas en las sábanas impregnadas, pero no les han hecho la prueba del carbono 14, no están en Turín y, por supuesto, ninguno tiene 33 años. Aún quedan los ecos de los diálogos platónicos, que poco a poco enmudecen. Y aún quedan muchas butacas vacías, que ya no resonrán en aplausos.

Sunday, April 23, 2006

LA CIENCIA DEL ERROR


Sucedía que pasaba que acontecía que gente que no conocía le recordaba a otra que sí conoce de vista, de revista o de vista cansada. No sólo de forma interna y de comportamiento, sino en su forma física. Será porque lo nuevo nunca lo es durante mucho tiempo (¿quién dijo eternamente?) y todo se le hace (re) conocido. Los dejavus andantes le llegan a convencer demasidas veces, pero es que también se deja.
Hoy quería comerle la boca aún a riesgo de perder una pieza dental por morder el metal que la adorna. Por eso será que hay tantos espejos multiplicadores hoy en la ciudad. Por eso hay tantas líneas discontinuas en la carretera. Dos que se besan, uno a cada lado del espejo, sin darse cuenta de que es sólo un beso reflejado, cosa que no pasa con las ideas ni con los supuestos vampiros.
La ciencia del error: rectificar (dicen) que es de sabios y equivocarse (dice) es de idiotas, a los que también se suele llamar humanos. Problemas técnicos, disculpen las molestias, otra vez fue un fallo en el sistema imaginativo, que le da por hacer horas extras y repite su imagen como el que hace fotocopias. La ciencia del error es la ciencia más exacta que existe: haga lo que haga, siempre se equivoca, siempre se pudo hacer mejor. Y si no ocurre esta ciencia, se equivoca en este razonamiento, por lo tanto, se cumple.

Previsión para mañana: encontrarla hasta en la sopa.

Wednesday, April 19, 2006

VEA HE IPÓLITO: ISTORIA DE HAMOR.


Veatriz veve hen basos halgo de bino. Se moja los lavios hy se prepara para vuscar vesos hen hotras vocas.
Hesta noche, habrazada por Hafrodita, piensa en hamar ha hese ombre, hun hadonis, que no tiene hotro nomvre que hel de Ipólito.
Ipólito hy Vea se hencuentran, vorrachos de soledades barias, como tamvién de hamores hy desengaños. Quizá hesta noche se henganchen hel huno ha la hotra, hen hun havrazo hinterminavle.
La bida son helecciones, piensan. Hintentan pasar del bacío que les producen las hausencias. Por heso, temen tamvién hunirse hentrelazados, sobre hun colchón hy huna halmoada bestida con sus pieles.
Hun momento: ya hes tarde. Ya se hestán hacariciando hy hen nada se deborarán.
Perdimos hel tiempo avlando.

Tuesday, April 18, 2006

LAS DOS


He vuelto y no era como la recordaba en mis papeles. Eres distinta que un sueño, pero tienes ese sabor que se queda en la boca al despertar. Quizá hablo de las dos. De ti y de ella. A las dos os quiero, pero a ella sabes que tengo que odiarla de vez en cuando. Sin duda son las dos las que siento como mías aún no siéndolo. Qué más da que una sea inabarcable y otra gigante. Qué más da que una sea preciosa y la otra deslumbrante. Qué más da que las dos se repartan mis pieles y mis ropajes, mis entrañas y mis extraños. Madrid es como ella, a veces rubia, a veces morena y otras, natural. Es muy fácil enamorarse de ellas y a cada paso, más difícil olvidarlas. Las dos me esperan con los brazos abiertos cada vez que me marcho. Saben perdonar que de vez en cuando me escape sin ellas. No les importa que de vez en cuando vuele. Una como campanilla que es y la otra, porque por muchos cielos que compare me quedo con el suyo. Ahora que vuelvo me en-vuelven. Susurran eso que tanto me gusta al oído y me regalan sus olores y sabores. Ahora que vuelvo parece que me miman, aunque sé que también cuidaban de mí en lo lejano. No me duermo a las orillas de una ciudad ni de una mujer, no son tan descriptibles ni calificables. Digamos que lloro entre ensoñaciones al pensar en ellas porque el doler y el echar de menos hacen demasiadas veces el amor. No sé si será casualidad/causalidad que las dos empiecen por la misma letra, ni que provengan de una lengua cercana. La verdad es que no sé mucho de ellas y sabría decirlo todo de cada una. Por eso les daría las gracias por hacerme un hueco cada día a su lado.

Thursday, April 06, 2006

EL DÍA


Menos mal que sonríes al ver caer el vino italiano sobre tus pies. Menos mal que me miras con esa cara diciendo "que todo va bien, que no me preocupe". Que estás ahí para contarme tu vida y dedicarme madrugones. Para hacerme una trenza, no sólo en el pelo. Para cantar y que se nos peguen las mismas canciones. Para prepararme un gran día, que al recordarlo, me viene el llanto a la garganta porque no entras en un neceser. Para dormir en la estación más gélida para algunos y a la que no me importaría llamar hogar.
Gracias por tener el asombroso poder de convertir lo que era sol en lluvia. Por poder reírme de lo estúpido y patoso que soy y porque el diluvio sea todo un entretenimiento. Por salir de cada uno de los pasteles, porque la sorpresa sale mejor cuando formas parte de ella.
A cada tren, ponerle más vías. Sólo para poder alcanzar el destino sin darme cuenta. En cuesta en el tren de la muerte. Tren de dos vagones y lleno de viejos que van a acabar con su vida. Que les queda poco y siguen fanfarroneando de tamaños. Pero la niebla sigue ahí y yo lo veo cada vez más claro: es el día. El gran día. Un día completo que aún lo tengo en los labios con sabor a cebada y a patatas fritas. A jamón y queso mojados por vino rosado. A resaca y a ti. Sobre todo a ti.

SI MIRO A LAS NUBES...VEO PERSONAS



Las nubes juegan a perseguirse. Una va corriendo delante y otra detrás intenta alcanzarla. Las dos nubes son empujadas por el mismo viento, con la misma fuerza.
Sin embargo, siempre la segunda de las nubes acaba atrapando a la primera.
Otros dicen que las nubes no se persiguen. Opinan que la primera le tiende las manos a la segunda. Por ello siempre acaban juntándose.
Pero a veces sucede que las nubes se separan. La nube que se marcha (o la parte de nube que se escapa) tiene una forma inicial antes de abandonar el conjunto. Y cómo no, al alejarse, la nube cambiará su forma al separarse.

Tuesday, April 04, 2006

SONRIENDO A LA GENTE


La sonrisa torcida, la mueca desdibujada, picassiana, la media sonrisa. La monalisa sin códigos ni diablos, ni libros, ni best-sellers. La sinsonrisa coloreada de plata, sin casi blanco marfil, blanco dental. Gran fallo del Ingeniero: el mismo orificio para comer, respirar, hablar...(eso de orificios pluriempleados no se le da muy bien)
La nube negra, la maldita suerte. La piedra una y otra vez, quizá la misma. El gran peñón. "No puedo pasar por él, no puedo rodearlo...", decía la canción de la infancia que versionamos tantas y tantas veces.
Sonrisa para la gente del metro que no deja de observar. Sonrisa para la gente de la calle que se cruza mientras vas cantando. Sonrisa para tus adentros, pensando que no saben por qué sonríes, por qué crees que debieras sonreír. Sonreír con todas las teclas del piano, con todas las fichas del dominó, con todas las notas, las ovejas del campo, con todas las tizas de la clase, con todas las rayas, incluso las que aún no colonizaron las banderas de colores parquimetrales.
Y siempre la misma razón para la sonrisa. El viento de las velas, que aunque a veces acerca problemas, siempre despeja los nubarrones. Prueba de ello: hoy sol de justicia (sí, ese que te deja ciego).