Monday, November 21, 2005

VIENTO


Amigo. Acaríciame el alma. Revuélveme el pelo. Yo también soy aire, pero no me muevo. No soy viento. Y meces los árboles, soplando, soplando, como si todo fuera tan sencillo, como si no supieras hacer otra cosa.
Éste es el momento para revelarse contra ti, amigo, contra tu brisa y tu cierzo, contra los alisios y los ponientes. No dejarse llevar de rama en rama, flotar en el aire como una hoja y caer despacio, adormeciendo al tiempo y al otoño. Esperando al invierno y a la primavera, a la primera, donde todo cambiará de aires, es verdad, y quizá nosotros cambiemos también.
Y sueño. Sueño que me voy entre plumas que recogen el aire, una tarea divina, y no se escapa entre unos dedos carnosos, humanos.
Las aves tendrán que hacer reverencias ante nuestro vuelo, fugaz y a la vez eterno, y recogeremos todo lo que se arrastra, todo lo que se puede llevar, pero estaremos con los bolsillos vacíos, vacíos de todo menos de aire, de viento.
Y no importa el sol ni las nubes. Ni siquiera la lluvia, ni el arco iris. Y uno, se cree, por un momento, algo importante, algo más que un fenómeno atmosférico. Algo más que planes, entre planeos. Y se siente más que un hombre, más que una sombra proyectada sobre la tierra desde el cielo, desde la casa, mi casa, lejana e inmensa. Se siente lleno de amor, de amor desprendido, sin dueño ni dueña ni amos.

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