Wednesday, November 30, 2005

AL PENSAR EN EL FUTURO...


Deshacían la cama deshaciendo el amor. No eran ni agorafóbicos ni claustrofóbicos, ni tenían marcos en las puertas. Ni siquiera tenían puertas, pues ya no tenían nada que encerrar.
A veces se sentaban en la terraza para tomar el fresco y charlar de lo cotidiano, aunque algún tiempo atrás, lo poco común fue lo prioritario. Si hay algo a lo que uno no se acostumbre es a la costumbre, al tedio y la rutina.

Nuestra Penélope ya no destejía en Ítaca. El silencio acompañaba a sus manos callosas, torcidas por la rizartrosis. Lo único que mantenía la esperanza viva era que quedaba algún arco por tensar. El mismo arco, quizás, que usó Cupido sesenta y siete años atrás al lanzar su flecha.
Este Ulises no era aquel héroe, el atleta venerado. Los músculos de sus brazos se atrofiaron, su abdomen cedió por la gravedad, perdió pelo en la cabeza y se encaneció el de su barba y su pecho.
Su cabeza no conservó la claridad. Ya casi no recordaba el nombre de sus hijos.

Sucedía que se cansaban de ser hombre y mujer. De ser pareja. Otras veces estallaban entre suspiros recordando. Y las menos, aúin seguían viviendo cosas nuevas.
Se tenían a sí mismos y eso bastaba. Sabían que no eran sólo unos cuerpos desgastados por el tiempo. Después de tanto tiempo no eran uno sin otro.
En dos palabras: se querían.

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