Thursday, September 29, 2005

LOS ROSALES

Ante unos rosales, uno de estos seres que se identifican con las hadas, no sé si madrina o padrina, cada cual con su identidad sexual, se dirigió hacia uno niños. Quería probar la inteligencia de los niños, con el dicho de que nunca mienten. Podría haber probado con los borrachos, pero la mayoría no se acerca a los rosales si no es para que el alcohol se escape de su alma.


-Si os dijera que pidierais un deseo, sólo uno, ¿cuál sería?
-Pues yo querría ser rico.
-Eh… montones de golosinas y juguetes
-Yo pediría tener más deseos
-¿Más deseos?
-Si, claro. Así nunca se me acabarían.
-Muy bien, pues entonces te lo concedo. Tendrás más deseos.

El niño que había dado la respuesta creció, pero no sólo él. También creció el mundo a su alrededor. Y los rosales. El hada no creció, si no hubiera sido descubierta por los humanos que la hubieran encerrado en un laboratorio para hacerla pruebas o habría acabado en un zoológico. Ajena a estos pensamientos, esperaba no sin impaciencia la visita de los niños.
Un día, por casualidad (como suelen ocurrir estas cosas, la vida y las historias se nutren de ellas) el niño, adolescente ya, llegó a esos rosales. Esta vez también sincero, pero con la otra misión antes apuntada. En eso se trataba. En apuntar porque de otro modo no hubiera dado en la hoja donde estaba durmiendo el hada, y por ello se despertó. Aturdida, tardó en recuperar la visión normal, y mientras se despertaba del sueño en el que aparecía el niño. El hada, al caer en la cuenta de la situación, gritó al no tan niño:

-Hey, para, para por favor.
El joven estaba aturdido. Giró sus ojos color rosal hacia el diminuto ser.
-Yo te conozco. Tú eres el hada de los deseos.
-Sí. Y tú debes ser aquel chiquillo. ¿Qué tal te fue la vida?
-Bueno, al principio comencé a almacenar deseos, de tal forma que tuve que apuntar los que gastaba y en qué. Luego, pensé que sería bueno, según fui creciendo, en ser egoísta y dedicarme unos cuantos a mí. Sin embargo, muchos no se cumplían y los que se cumplían no eran inmediatos.
-¿Y qué hiciste?
-Pensé en dejar de desear cosas. Pero al darme cuenta de que sólo estaba enfadado, me dije: "¿Cómo malgastar tantos deseos? Sólo un estúpido lo haría.
-¿Entonces?
-Entonces me dediqué a gastarlos en lo primero que se me ocurría, pero siempre guardando algunos por si acaso. Pero entonces tampoco se cumplían.
-¿Y?
-En ello sigo. Pero no consigo entender como fui tan tonto de no pedir nada en concreto. Me conformé con seguir esperando, viendo como pasa mi vida sin que en ella pase nada. Quizá espero un milagro un día.
-Cierto. Todos buscan que se abra el cielo y aparezca algo grandioso, ¿no?
-Más o menos.
-Bien. Me marcho.


El hada abrió las alas y para los vidrios sangrientos del chaval se esfumó como mariposa. Al fin y al cabo, qué oruga no espera serlo algún día.
Los rosales crecieron más, cada vez con menos espinas, al contrario que el niño, al que se le clavaban en el corazón.
Las rosas crecieron del mismo color que éste, pero en sus pétalos había algo verdoso. La esperanza derramada regaba esas plantas.

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