Tuesday, May 23, 2006

CUANDO OLVIDAMOS...


Parecía robusto pero en el fondo era frágil. Dependía tanto de lo que los otros pensaran de él que quebrarse era su tic nervioso.
De vez en cuando gustaba de montarse en un caballo, al que se llama Cólera, pero su galope era frenado por grandes muros de ladrillo nada más comenzar.
Había por aquella época ciertos tipejos que le prohibían hasta quejarse. Se solía denominar censura. Por eso, al faltarle el coraje y la palabra, su cuerpo comenzó poco a poco a crear un sistema de defensa, en forma de pinchazos en la zona del vientre.
Así que a cada silencio sugerido, un pinchazo. Ante cada amenaza, otro.
Pasó el tiempo y acabó autocensurándose. Cada vez decía menos cosas para no importunar a la gente a su alrededor. Ya hacía tiempo que había dejado de opinar y rebelarse era algo impensable a estas alturas.
Decía poco y lo que decía era fruto de una larga meditación. Le importaba demasiado no sólo el quién, sino el qué y el cómo iba a decir las cosas. Al principio si lo sopesaba pero más tarde esto supuso un engorro y la pereza le fue dominando, así que procuró tomar las menores decisiones posibles.
Un día, los censores desaparecieron. Pero él no supo qué decir. Ya se le había olvidado con qué palabras se festejaba algo o cómo se vitoreaba.

3 comments:

PALOMA said...

La autocensura es el suicidio del escritor.

jorgeimer said...

Por lo menos nunca podrán prohibierte que te equivoques, afortunadamente.

Sylviariel said...

En cierto modo, él se prohibió equivocarse...