Monday, October 24, 2005

MUDEZ


Cuando Pedro estaba a punto de reventar su cabeza contra la pared movido por toda una existencia de frustración, impotencia y sentirse defraudado, el teléfono sonó.
Tenía decidido darse el golpe. El pesimismo se había apoderado de él, pero aún así no pudo vencer a la curiosidad. Pese a sentirse de este modo, conservaba la esperanza, la última voluntad del condenado a muerte. Que de pronto un golpe de suerte, una homilía final del héroe de la película, acabará con la pesadilla que era su vida.
Equilibrio, saberse vivo, cuerdo. Despacio levantó el auricular y, sin creerlo mucho, abrió la boca para articular palabra. Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba mudo. Intentó gritar, pero lo único que consiguió fue algo parecido a una arcada sin ruido.
Se tocó los oídos, introdujo sus dedos índices y, pacientemente y con ciudado, los atornilló llegando casi al oído interno. Pero seguía sin oírse. Entonces decidió ir hasta el cuarto de baño para buscar bastoncillos con algodón para desatascar el supuesto cuerpo extraño alojado en su interior. Los bastoncillos estaban sobre el lavabo, en un armarito cuya puerta era también espejo. No dudó en mirarse por si algo había cambiado en él. Se miró las orejas, y no encontró nada. Al seguir bajando la vista en su inspección minuciosa, quiso mirar la boca, leerse los labios. Pero no halló más que piel donde antes había un agujero. Su graznido hubiera sido estruendoso de haberse podido oír.
Ya no estaba allí. Tocó con las yemas de los dedos la nueva piel que había nacido. Apretaba en busca de los dientes, de los labios, de la lengua. Creía que estaban ocultos bajo la piel. Siendo así, decidió realizar un inciso en su ex boca para hallar lo que siempre le había pertenecido. Tomó unas tijeras pequeñas y las clavó sobre la epidermis. Consiguió hacerse daño. Sin embargo, ni rastro de todos los componentes bucales. Intentó de nuevo hablar, pensando que ahora había creado una caja de resonancia como la de una guitarra. Esta vez tampoco tuvo éxito. Repitió la jugada tocándose la garganta, en busca de una vibración que le mostrara que no todo estaba perdido. Su incredulidad crecía por momentos: tampoco tenía cuerdas vocales.
Pensó, como se suele hacer, en lo que había desperdiciado la voz. En todos los secretos por contar, en todas las canciones, en las palabras aún sin pronunciar ni inventar, en los te quieros que decir, en las risas que ya no sonarán, en los insultos que ya no golpearán en el enemigo...
Y recordó una frase casi olvidada, de Martin Luther King, que tuvo que iluminar entre sus silenciosos lamentos: "Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos".
Ese fue el momento en que pensó que para hablar no hace falta la boca, si se tiene un corazón intranquilo y capacidad para indignarse y protestar.
Sin darse cuenta, poco a poco, no sólo recuperó la voz, sino que fue la de otros tantos que estaban silenciados.

No comments: