No era más que un pecho lata. Un romano figurante de un belén. Muy tieso en el castillo de Herodes, lanza en mano. Bien dispuesto y orgulloso. Luciendo su plumaje como un pavo real ante el pueblo. Luego asumía su papel secundario.
Días y días allí sin tener nada que hacer, sin nada que defender. Eran sus pequeñas rutinas. Y vuelta de nuevo a la caja. Pasado el tiempo a veces algún compañero de aquella vivienda de cartón se rompía una pierna o un brazo. Otras veces se había escapado una oveja. O había nuevos miembros. Los menos, se sustituían unos por otros. Los jubilaban.
Pero todo era insignificante. El protagonista de la historia (Historia) estaba lejos de allí y todo lo que pasaba a su alrededor era noticia, por nimia que fuese.
El soldado en realidad era un insumiso que sólo se apuntó al ejército para ser un héroe, y ese niño le arrebataba el protagonismo.
Escaló en la sociedad y por méritos llegó a ser consejero de Herodes. Fue el que le convenció para matar a los niños. Y aún así se le escapó. Pero ya tenía su batalla, su enemigo.
Años más tarde sonrió orgulloso al clavarle la lanza en el costado.
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2 comments:
Y aún así de nuevo se le escapó. La lanza convirtió al enemigo en héroe, él que siendo insumiso se había alistado al ejército con un sólo propósito.
plas plas
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