Saturday, March 10, 2007

DE VUELTA DE MARRAKECH (TERCER VIAJE)

Febril en este Marrakech de luna roja (que no era media sino llena) que nos recibe con su Marhaba favorito: cuna de pillastres y piratas, de pícaros y tunantes.
Marrakech es como la prosa de Henry Miller: bullicio. Todo el mundo parece tener prisa, pero nadie la tiene, porque mata. Sin embargo, las esperas matan más (las horas muertas y matan de aburrimiento)
Es una ciudad que fluye como el semen, y a la vez es catapultada como éste a espasmos y borbotones. Es un lugar donde parece que están pasando muchas cosas pero en realidad nunca pasa nada. Uno puede sentarse durante horas en el café La France que legará a una sensación de deja vu constante. Sensación, sin embargo, repetitiva como el mantra y adormecedora como éste.
El tiempo también se adormece, presa de este enrarecimiento del ambiente. Se balancea en los péndulos del brazo de Morfeo, se cuelga en las telas del zoco, reposa sobre un manto de especias. El cuerpo sigue en su letargo y no parece acostumbrarse a esa diarrea de acontecimientos cotidianos. Donde uno busca tranquilidad solamente encuentra tránsito. Son varias vidas metidas en una y uno tarda en reencontrarse en esta ciudad amurallada que, como el viajero, quiere huir de todas las paredes que quisieron encasillarla, empezando por su piel.
Hay momentos en que uno se pierde en los mercados y acaba en lugares donde la simple presencia de "un blanquito" no sólo es rara avis, sino que parece blasfemia o sacrilegio. Pero es que uno gusta de perderse entre sus paredes para encontrarse consigo mismo.
Y ahora, cuando el muecín llama a la oración y los fieles se acercan a la mezquita, noto como una parte de mi cuerpo también se despega de mí y se dirige hacia algún lugar que todavía está por descubrir. Es curioso como, por mucho que uno se pierde, siempre acaba encontrando el camino de vuelta, aún siendo por casualidad.
ESo son cosas que nunca pasarían en nuestras ciudades occidentales, tan racionales e imperfectasm que son inabarcables para el viajero. Son un todo que se nos escapa entre las manos. Algo que se podrá resumir en una guía de viajes o visitar, pero nunca abrazar.

Y sintiéndolo mucho, llego tarde. El metro de nuevo tarda lo suyo. La prisa mata, recuerdo, para no sumergirme en este caos que es Madrid. Mi Magerit.

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