Saturday, October 27, 2007

J. (JOTA)

Huele la calle a cocido y también a sábanas de hospital. Curiosamente, pasa una ambulancia. “Debería estar prohibido que los sábados por la mañana hicieran ruido”. “Y menos los domingos”, debiera contestarse. Las calles, pobladas en abundancia de gente que no tiene nada que hacer aunque parezca lo contrario. Van de un lado a otro, rápidamente, como si lo que les importase fuera llegar, a donde fuera pero antes que nadie. Son ésas personas que compiten por todo, por ser los más. Siempre tendrán una batalla perdida, la que fuera, y aún conscientes de ello, se afanan en quedar antes que nadie (utópicos, que diría un romántico)
Jota, por el contrario, anda despacito, fijándose en todo. Puede notar cómo el calor a veces resulta hasta sucio. Parece sospechoso de algo, pues da los pasos cortos y de forma meditada. En una ciudad como la nuestra, el que va despacio tiene mucho misterio y a la vez mucho que ocultar.
Sigue caminando con las manos en los bolsillos, como ha visto hacer en alguna película. Sonríe de vez en cuando a una gente que ni siquiera le observa.
Llega a su casa, abre la llave del portal, revisa el buzón. Sube en el ascensor y llega a su piso, abre la puerta. Llama a alguien con voz melodiosa. Tarde. Quizás también fue demasiado lento en eso del amor.

1 comment:

Anonymous said...

Debe ser que el corazón es un motor de marchas... de cuatro tiempos: admisión, compresión, explosión y escape

Uqbar (en punto muerto)