Sunday, May 20, 2007

TU NOMBRE (M.RIVAS)

Lo único que Olinda no había olvidado era mi nombre. Para el nombrado, eso es mucho recordar. Que de todos los nombres, de las miles de palabras, el únoco sonido que sale de su boca (porque no se queja, no solloza, no maúlla, no gime) sea tu nombre. ¿Qué me estás diciendo? Y te está diciendo tu nombre. Como una figura de piedra que de repente llama por ti. Redondea los labios. Ves tu nombre dibujado. Eso es mucho peso. Es como llevarte encima a ti mismo. No dentro, o alrededor, sino encima de ti. Nada más que tu nombre. Podría decir cualquier cosa. Podría aullar. Vaya si lo entendería yo, que le saliese un aullido de allá al fondo. Pero no. Dice el tuyo, mi nombre. Sólo mi nombre. Es lo que echa para atrás. Un píspis, una meada de nada. Unas cagarrutas, unas castañas, huevos de codorniz, unas bolitas cada vez más pequeñas y duras, como pepitas de melocotón, y después ya de guindas, de cerezas. Pepitas de la vida. Dan ganas de plantarlas a ver si germinan como semillas. Meterlas en un algodón húmedo. Quizá les salga un ojo. Lentejas. Al final ya sólo una bisutería, unas cagarrutas preciosas, brillantes, como mariquitas. Saliva, no. Lo único que echa por la boca es mi nombre. [...]


Manuel Rivas, "Los libros arden mal"

1 comment:

Anonymous said...

Amén o ¡exacto!