Friday, July 14, 2006

ESPERAS DE UN JUEVES


No cabe más sed en eso vasos. Parece como si se fueran a romper. Pero seguían vacíos; la única que no se había rendido y desertado era la espuma, o los restos que quedaban de ella.
En la mesa de al lado, un cenicero con lo que antes fueron seis Luckys, ahora agotados y retorcidos por la muerte ardiente. Sí, quizá lo que necesitaba era un poco de suerte, que no de fortuna. Como si se pudiera vender en cajetillas de veinte en máquina parlante.
Ella sujetaba su cabeza con la mano derecha, mirando hacia ningún lado, como queriendo atravesar el aire y las paredes de aquella habitación reconvertida en un antro. Un lugar extremadamente pequeño (acogedor) al que le gustaba ir de vez en cuando y sentarse en el que ya casi bautizaba como su sitio. Le gustaba ir allí y observar a la gente, escuchar sus conversaciones e inventarse sus historias. Al fondo, esta vez, una pareja comiéndose literalmente. Un poco más cerca, las inquietudes de un grupo de treintañeros sobre el trabajo, el piso y la pareja. Y a su izquierda, una pareja silenciosa que masticaba sus palabras igual que la cena, despacio. Podrían ser historias entretenidas que contar para pasar el rato, pero no para esa noche.
De vez en cuando se quitaba el pelo de la cara, que caía sobre sus ojos y chocaba con las pestañas, rompiendo así la conexión mística con el vacío y el exterior nada más que imaginado.
Un exterior que ni siquiera dejaba de ser mirado para observar al gran dictador de nuestras acciones, el reloj. Y es que cualquiera que presenciara la escena, pensaría que esperaba a alguien y que esa persona llegaba con mucho retraso. Sin embargo, en realidad se estaba esperando a sí misma y por mucho que se empeañara en golpear las agujas o en hacerlas rodar, no por ello llegaría antes.

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