Tuesday, July 11, 2006

DAMIÁN EN LA PLAYA


Damián quiso sentarse aquella mañana en la arena de la playa. No se encontraba sólo, también le acompañaba el frío. Frío por pensar que los músicos han muerto o están sentados en el banquillo mientras juegan las máquinas. Contaba pocos años y sin embargo, una gran experiencia dentro de su mochila. Esa mañana gélida de verano recordaba la conversación premonitoria de la noche, donde todo lo que una persona se sincera depende de quién sea el interlocutor. Había sido una noche jamás contada entre golpeos acompasados, confesiones escalofriantes, casi lloros y un hogar de menos de un mogollón de metros cuadrados.
La mañana siguiente (esa mañana), en la que había salido de ésta para poder darse un respiro cerebral, era al menos la prueba de que la vida siempre sigue, aunque sea sin ti. Recorrió el camino hacia la arena como si fuera un zombi más entre los que allí erraban, quizá para no llamar la atención, como siempre.
Se sentó sobre los minúsculos granos y comenzó a mirar el movimiento del mar y el trasiego de gentes. De vez en cuando sentía frío y su piel se hacía de gallina. Pero al rato volvía un extraño calor que le provenía de las venas y que iba a desembocar en la cabeza, con un latir casi doloroso y poco menos que punzante.

Una vez ya su cuerpo comenzaba a adaptarse al viento, aire y arena, fueron dos arcadas lo que le devolvió al otro frío. Y después, una lágrima congelada del tiempo pasado cayó sobre la arena, que la engulló en un instante.
Ese fue el momento en que Damián pensó que uno no siempre tiene sombra y en toda la candidez que se le había ido cayendo de los bolsillos.

1 comment:

@andrearoblesr said...

Menos mal que como con las buenas canciones, hay cosas que sólo duran un par de noches..y otras, las buenas, toda una vida.