Tuesday, August 14, 2007

JOSÉ

José pesa 44 kilos. Antes pesaba 38. Pesa menos de un kilo por año. Recibe quimioterapia cada quince días y se pasa 3 sin poder moverse. Se diría que es la sombra de lo que era, pero las sombras no padecen, ni tampoco tienen esperanzas. Las células, símbolo de vida para él, se mueren. Se mueve lento, consumido, pero es resistente. La vida (ni la muerte) pueden con él. “Sólo me roba kilos y fuerzas, ya podría robarme años, o desamores, o dolores”, dice, con media sonrisa.
Mientras los demás le hablan, él escucha atentamente, con los ojos brillantes mirando directamente hacia los de quien (le) habla. La gente le dice, entre otras cosas, que le ve muy bien (mucho mejor), le cuenta cosas que suceden fuera de su enfermedad (que parece haberse convertido en su casa), y algunas banalidades.

“Es escalofriante a cuantos cánceres nos tendremos que enfrentar en la vida”, me dijo mi padre el día que fui a ver a José.

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